Después de un viaje a la ciudad eterna he sacado un montón de conclusiones para compartir, a saber:
1. Si en Roma te tomas un café sentada en una silla te cobran el doble, al menos en casi todas las cafeterías. En la primera que vimos te cobraban 10 euros por 2 cafés si te sentabas y eso que estábamos en el Trastévere.
2. Si el café te lo tomas en un lugar tan emblemático como la Piazza Navona, te expones a que te cobren un montón de euros, así como 8,50 por 2 cafés, pero lo sabes y lo asumes. Pero en la Piazza de Sta. María del Trastévere, no tan emblemática y mucho menos bonita, son tan chulos que te cobran 9 euros por 2 descafeinados que son leche manchada, arghhhhh (aún me dura el cabreo). Y sí, te dan carta de precios antes de pedir pero tú no sabes lo que le van a sumar por sentarte porque esto suele ser aleatorio.
3. Si en cualquier tenderete de regalos te quedas pensando y regateas un euro o dos, normalmente te dirán que no, pero en cuanto se va la gente, vienen y te lo rebajan así de estrangis.
4. En cualquier sitio monumental o con un mínimo de interés turístico, allí aparecerán como 8 pakistaníes (creo) vendiéndote lo que aquí los chinos, cualquier objeto iluminado y con ruido, desde un perrito con música de Shania Twain a avioncitos voladores de mil colores. No tengo nada contra los vendedores sea de la raza que sea a no ser que te persigan chapurreando españolo, españolo.
5. El tráfico es, para mí, la peor plaga de Roma. Aunque vayas por cualquier callejuela llena de encanto y estrechísima, en silencio, contemplando una cúpula centenaria o admirando una estatua, allí aparecerá la Vespa (miles) de turno o el Smart omnipresente (cientos) para obligarte a caminar en fila india y fastidiarte el paseo turístico.
Bueno, hoy ha tenido todo un toque negativo, pero lo cierto es que Roma es increíble y prometo escribir sus maravillas otro día.
